domingo, 10 de mayo de 2009

Psicología de la Liberación,Psicología para La liberación,Psicología Política Latinoamericana


Autor: Grupo de Psicología de la Liberación Uruguay

Durante el año pasado en el grupo de Psicología de la liberación Uruguay se desarrolló un debate en el cual algunos sus integrantes intercambiaron posiciones y opiniones acerca de que saberes se hacen necesarios para los psicólogos que adhieren a un enfoque de la Psicología de la Liberación a la hora de realizar sus tarea y comprender las problemáticas que afectan a sus comunidades, deviniendo el diálogo al papel que tendría una Psicología Política Latinoamericana en
relación a ellos. Reflexiones y enfoques desde un debate del grupo de Psicología de la Liberación de Uruguay

Autores: Grupo de Psicología de la Liberación Uruguay Voces que se expresan en el debate- Alfredo (Perú), Eduardo, Fernanda,Sirpo psicoliberuruguay@googlegroups.com


30/10/2008- Fernanda

A raíz de los intercambios mantenidos con el grupo, en el cual hablábamos de nuestra ignorancia acerca de factores económicos que intervienen en situaciones que denunciamos, nos duelen y queremos transformar, me gustaría compartir algunas dudas que me ha surgido a partir de esto. ¿Para dar nuestra visión desde la Psicología de la liberación debemos tener una formación que contemple y considere saberes políticos, económicos, demográficos etc. o nuestro aporte pasa por trabajar y sumar a otras miradas una perspectiva psicológica? ¿La formación de psicólogo de la liberación tendría que ser igual a la de otras líneas? ¿Nos basta solo con elementos psicológicos para pensar realidades tan complejas? ¿Tendríamos que tener algunas nociones de otras disciplinas aunque no seamos a otros? ¿Para establecer diálogo con otras disciplinas que configuran líneas de abordaje de estas realidades no deberíamos tener ciertas nociones claras? ¿Pasa lo anterior por un trayecto personal o es algo a tener en cuenta en una currícula de la Psicología de la Liberación?
31/10/2008 -Eduardo
Sabes Fernanda, creo que de base este grupo es mucho más que de psicólogos y psicólogas y lo es, por que entre otra cosas implica una actitud, una posición frente al mundo o los mundos y sus necesarias transformaciones, que no implican únicamente el saber psicológico. Seguro debemos saber todo lo que podamos, pero ante todo saber articular saberes con otros compañeros y compañeras que tienen y aportan otros saberes (valga la redundancia...¡¡¡ valga!!!)
Trabajar desde la interdisciplinar y desde la intersectorialidad, aprender y enseñar en un movimiento continuo dialéctico (o ¿analéctico?), dialogar con experiencias diversas para entre todos y todas pensar, sentir, hacer. Evidentemente no podemos saber todo de todo y no hay que hacerlo. Si tener la sensibilidad para comprender la complejidad no como lo
complicado, sino como ese articulado y anudado conjunto de construcciones que construyen los "objetos". Investigar con los otros y no para los otros, escuchar desde la humildad y la constante búsqueda de la cooperación. Promover “enseñajes” (“Nadie educa a nadie, nadie se educa solo” decía Don Paulo Freire). En fin, como para seguir en diálogo. Que significa suscribir esta idea de Psicología de la Liberación, pensar que es posible y necesaria una Psicología Política Latinoamericana, que se nutre de múltiples saberes, académicos y no académicos y que todos toditos tenemos algo para decir. Una Psicología Política Latinoamericana, una PPL, para empezar a poner siglas que identifican, que desde la memoria y la identidad, desde la desnaturalización y la desideologización, desde la concientización y las posibilidades de la investigación acción participativa, desde la educación popular, desde las psicologías de nuestro continente (tomada esta idea de psicologías en su amplio sentido), desde la integración y articulación de saberes, experiencias e interrogantes, podamos caminar hacia utopías posibles y necesarias.
Aquí, en este espacio, en este grupo caben y son necesarios el psicólogo, el budista, el trabajador, el economista, el abogado, el artista, el cura, el artesano, la filósofa, la lingüista, la vecina .....Bueno, caben todos y todas los las que tengan
ganas de decir y hacer por otros caminos para seguir caminando. No sé si me acerque a una contestación a tus preguntas pero al menos me sentí bien de poner estas ideas para compartir…

1/11/2008 Fernanda

…Eduardo.Si estoy de acuerdo contigo que este grupo y la Psicología de la Liberación y ahora la PPL (Psicología Política Latinoamericana) -para ir acostumbrándome a la sigla- es más que psicólogos realizando una tarea. Quizás me haya agarrado la psicologización, aunque siempre insisto que esto es más que gente de la psicología. Pero nosotros dentro de ese movimiento que incluye a la psicología, desde el aporte que hacemos desde nuestra disciplina al momento
de trabajar con otros me pregunto: ¿No es necesario que manejemos ciertos saberes que en nuestra formación más tradicional no están presentes? Aspectos políticos, económicos, demográficos etc a veces se vuelven de difícil entendimiento para algunos de nosotros y al momento de acercarnos a ellos hay todo un lenguaje a aprender y aprehender, por eso te decía que a mi entender la Psicología de la Liberación en la formación curricular si la hubiera en
algún momento debería incluir esos elementos, no sé, quizás están presente en la currícula donde ya se imparta.
Desconozco eso, hablo de las carencias que puede sentir un psicólogo con una formación tradicional al tomar contacto con problemática que desbordan lo psicológico, estoy de acuerdo del trabajo con los otros y que no necesitamos entenderlo todo, aunque sí creo que una base más amplia en relación a estas temáticas se hace necesaria para poder intercambiar con las otras disciplinas.
En cuanto a esta Psicología Política que me intriga, te pregunto, ¿Donde hace hincapié? ¿Cómo se vincula con esos otros saberes que abordan temas tan complejos como nuestra realidad latinoamericana? ¿Qué caracteriza a una Psicología Política? ¿Se incluye dentro de la Psicología de la Liberación? ¿En que se diferenciaría de ella? ¿Cuál es el punto de articulación en que la Política y la Psicología toman contacto? …

2/11/2008 Alfredo

¡De nuevo al ruedo con otro debate apasionante! La necesidad de indisciplinar la disciplina como sugiere Gabriel Kaplun en su artículo "Indisciplinar la universidad" (1) es clave para la formación de profesionales capaces de sumergirse en la complejidad. Pero creo que lo bello es la diversidad con que se forja una actitud hacia la vida como diría Eduardo, de diálogo con diversas realidades por una emancipación donde todos entremos (pero no los que beben sangre de pueblos
enteros como el caso de los gobernantes y "decididores políticos" que hemos tenido en Latinoamérica). No tanto porque nos da las herramientas con las que tendremos la clave del éxito, sino para poder establecer y profundizar relaciones con el mundo real que no está compartimentado. Pero el problema más serio de la complejidad es el problema de la
identidad y la borrosidad de los límites. Creo que esto es lo más importante de lo que señalas Fernanda.
Creo hoy por hoy todos hablamos de lo fantástico de la interdisciplinaridad y la necesidad de un pensamiento transdisciplinario, que es más que un conocimiento certero una aventura del pensamiento de penetrar en el movimiento de lo real sin obviar su movimiento igualmente real, refleja una actitud ante el encuentro. Modestamente creo que las interdisciplinas son realidades noológicas en construcción que necesitan del simultáneo esclarecimiento de los objetos de estudio específicos. Ojo, no como demarcaciones de un trozo de cosa sino como creación ontológica que posee una cualidad diferenciada que se presenta en las formas de conocimiento o saber. Si no
¿Por qué hablaríamos de disciplinas? No tendría ningún sentido, más que como invenciones que descuartizan la realidad, y no invenciones que pueden participar de su organización.Por eso no caer en el "Vale todo" me parece importante. ¿Cuál es la cualidad propia del psiquismo humano que nos aboca a los psicólogos? ¿En qué realidad está inscrita para ver los referentes con los que dialogan sean antropológicos, sociológicos, biológicos, etc.?
Personalmente considero la necesidad de tener una teoría de la subjetividad, léase psiquismo humano, posicionada en una comprensión ontológica que permita diferenciarla, a la vez que volver sus fronteras difusas por el reconocimiento de los otros ámbitos de la realidad que la hacen posible.
Es un ida y vuelta. Y pienso que lo más descuidado para la psicología ha sido su especificidad ontológica y por eso nos
hemos visto recontra conflictuados por qué hace a la psicología ser psicología. Esto me parece muchas veces heredado del movimiento posestructuralista (sobre todo francés) que tanto énfasis ha hecho en la pluralidad descuidando los conceptos de génesis y organización. Claros representantes son Deleuze y Guattari. Se ha confundido la génesis con factores o planos que participan aleatoriamente para la producción de realidades, no hay precisión en la cualidad, sino un retorno asolapado a la cantidad, o a la falta de identidad que articula organiza. Sé que esto abrirá más debates por eso prefiero no intentar cerrar el punto sino abrir otro.
Me remito por ello a pensar la misma pregunta que elabora Fernanda pero desde varias aristas, no para cambiarla sino para darle matices: ¿Cuál es la identidad de la psicología? ¿Cuál es la formación cualitativamente diferenciada de la realidad que dialoga con las otras? ¿Cuáles son relaciones de dependencia y autonomía con respecto a las otras realidades? ¿Cómo las demás disciplinas participan del accionar del psicólogo? ¿Qué interdisciplinar vemos cruciales
para la formación del psicólogo y por qué? Por último y por la intervención de Eduardo, qué diferencia hay entre:

1. Psicología de la Política de la Liberación
2. Psicología de la Política para la Liberación
3. Psicología para la Liberación
4. Psicología de la liberación
5. Psicología Política de la Liberación
6. Psicología Política para la Liberación
7. Psicología Política Latinoamericana

Sólo algo que me parece sugerente sobre este debate. La Psicología de la Liberación era para Martín- Baró un proyecto político para la psicología, o sea más una psicología “para” la liberación. Me parece una psicología militante, y creo que una psicología Política puede ser otra cosa, no sé. En todo caso la cosa esta riquísima, porque esta un debate crucial para el grupo ¿Una construcción programática para la psicología? ¿Una construcción estratégica? ¿Una apuesta
ética y estética? Debate importante para el grupo en el que nos autodenominanos de la liberación.

2/11/2008 Fernanda

Alfredo ,Me alegro que estemos dudando, que las cosas no aparezcan demasiado claras, y que la Psicología de la Liberación, Para la Liberación o la Psicología Política, nos planteen dudas, nos movilice a pensar y debatir. Porque se nota el compromiso de seguir produciendo, se notan las ganas de pensar y hacer, y parece que desde el nombre que sea
estamos haciendo liberación, en el momento que nos movemos y nos arriesgamos a navegar en la incertidumbre es que al menos dejamos atrás certezas que pueden dar seguridad pero que también oprimen y paralizan.
Desde ahora en lo que sigue de mi desarrollo voy a hablar desde las interrogantes que me surgen, más que desde los puntos que tengo en claro. Algo que creo que puede llegar a trascender cualquier nombre es nuestra necesidad de desandar naturalizaciones, denunciar y tratar de desbaratar relaciones de dominación, de movilizar junto a otras conciencias colectivas. De deconstruir, para construir otros mundos. Ahora bien ¿Para que plantear un nuevo nombre?
eso no los responderá nuestro estimado moderador, Eduardo. Creo que algunos compromisos y apuestas van más allá denominaciones pero también creo que cuando introducimos un nuevo nombre es que algo de lo diferente se cuela. Me gustaría saber qué es eso diferente, cuando me pongo a pensar en una Psicóloga Política me parece que haría hincapié en los aspectos psicológico y sociales que producen toda la dinámica política a la misma vez de como nuestras
condiciones concretas de existencia, nuestras instituciones, nuestra vida cotidiana se ve afectada y configurada por los regímenes, situaciones, devenires políticos de nuestros pueblos. En un proceso de retroalimentación en que lo producimos y somos producidos por ellos. Claro, está es la idea que yo me hago la cual puede distar de lo que Eduardo plantea.
A mi entender tendría que incluirse en lo que es la Psicología de la Liberación, me parece que la liberación pasa por muchas líneas mas allá de la políticas de la cual tenemos que tener noticias y tomar contacto con ellas para generar movimientos de cambio. Entonces ahí aunque el énfasis este puesto por elección en los elementos políticos se articularia con otros saberes que considero necesarios. Realmente me parece que los procesos políticos que hacen a la subjetividad de las personas y a la misma vez los procesos psicológicos que hacen a la realidad política son un campo de problemática poco explorado y digno de poner la mirada ahí, sobre todo en Latinoamérica en donde procesos y eventos de lo político han marcado y en parte diagramado nuestro presente. Claro está nunca habría que olvidarse de otras disciplinas y saberes que también hacen a esa realidad tan compleja, y ahí es donde creo necesaria la transdisciplinariedad, atravesando el objeto y dando una visión nueva de él, aunque esto a veces cuesta tanto y como mucho terminamos haciendo interdisciplina. Pero para transdisciplinar es necesario un bagaje en que se compartan algunas nociones por mínimas que están fueran para poder entablar dialogo, Morín creo que hablaba de la necesidad de un mayor vinculo entre las ciencias humanas....quizás habría que considerarlo. Y Alfredo tienes razón, el tema de la borrosidad y la falta de límites en estos emprendimientos complejos está presente, hasta donde puedo llegar desde mi disciplina, hasta donde no me empiezo a mover en otros saberes anulándolos e imponiendo mi perspectiva, es toda una tarea integrarse sin reducir sino ampliar, sumar. Creo yo que la subjetividad está configurada por mucho niveles, propios de todas las variables que están presentes y tomamos contacto a lo largo de nuestro procesos de configuración y me parece que lo político también hace a este proceso por tanto una teoría que hable y piense los procesos de subjetivación desde ahí me parece bien interesante, sobre todo porque continuaría en la línea de prestar atención a procesos colectivos, y en un enfoque psicosocial alejándonos de una concepción de la existencia intrapsiquismo desvinculado de toda una realidad que nos contiene y de la cual formamos parte.

Comparto también la necesidad de mantener las disciplinas sino cual sería el sentido de que fuera una Psicología de la Liberación o una Psicología Política, la Psicología se recorta ahí de otros saberes, para algo se diferencia, pienso que las fronteras son necesarias y necesario es que sean porosas para poder realizar intercambios que nos permitan construcciones mas aproximadas a dar cuenta de nuestras problemáticas.
Me parece liberador que nos estemos preguntando sobre nuestra identidad, desde la Psicología de la Liberación, considero que con nombres nuevos o viejos seguimos en la línea de ese proyecto político de Baró del cual hablas, a mi me pareció siempre una apuesta meta en el sentido de liberar a la psicología para luego liberarse con el pueblo, mientras se libera con él. Creo que es rescatable la concepción de revisar los propios supuestos, ideologías cosa que por suerte
estamos haciendo. También debemos pensar como concebimos la identidad al pensarnos. Que características tiene esa categoría identidad que utilizamos. Personalmente mas allá de cualquier nombre que denomine a esta praxis liberadora,(por eso me parece también interesante Alfredo, ese “para” que propones, que es acción ,que es proyecto, quizás la de ,de pertenecía no llega a expresar todo ese hacer que se intenta desde la Psicología de la Liberación) el dialogo con otros saberes, la complejización, la rigurosidad epistemológica, el compromiso ético y vital, el
arriesgarnos a cuestionar practicas y discurso, y el reconocimiento del otro como tal me parece fundamental para cualquier emprendimiento que persiga mundo más dignos, justos y libres para todos.

2/11/2008 Alfredo

Genial! -Me gusta lo que dices Fernanda. Sobre todo por la rigurosidad y apertura mezcladas con que lo dices. Ha salido de mí ese escepticismo creyente cuando mencionas la necesidad de "sumar". Creo en la suma, pero me pregunto si eso
es lo que queremos, ¿sumar? Yo siento que en cada mail que alguien del grupo escribe y en cada mail que me atrevo a enviar, hay una reorganización de mis ideas, un esfuerzo por dejarme impactar con sobresaltos, coincidencias y disidencias que se combinan con la gestación de nuevas formas y ángulos para entender la realidad. Me pregunto si eso que se produce en cada uno de nosotros es por una suma realmente. Más aún, me pregunto si esto de la Psicología para la Liberación o nuestro compromiso militante con la emancipación
pasa fundamentalmente por la psicología para dialogar con la diversidad de otras disciplinas o por entregarnos a los remolinos y espirales del mar de la complejidad sin fronteras disciplinares. Podríamos llegar a decir que hay que hacer que estas expresiones dialoguen y se complementen, pero ¿Qué papel tiene la singularidad del que vive su vida para apropiar su vida? ¿La singularidad depende de una suma, de una adición? Las realidades las podemos hacer dialogar y lo nuevo que se produce ¿Le llamaríamos suma?, ¿Realmente lo es?
Cuando alguien te pregunta ¿Estás enamorado? La presencia o ausencia de aquello en tu vida puede hacerte entrar en caos, destruyes ciertos sentidos, se producen nuevos, ¿Eso es sumar?
Cuando hemos llegado a un consenso ¿Hemos sumado? La suma a veces me suena hermana del acogimiento, y no del derecho concreto a ser iguales, en el sentido de participar de tu vida colectiva e individual. Me parece a veces a esto de la inclusión capitalista, de esos proyectos totalizadores de los que tanto renegamos porque siguen en la misma lógica del fetiche a la mercancía. Claro, la suma en nombre de lo nuevo parece diferente, ¿pero lo nuevo surge de una suma? ¿La suma no niega lo disidente para poder producir un resultado? ¿No es el resultado de la suma lo que pone nombre a lo que está junto con una misma cualidad? ¿Se puede sumar una naranja con un lapicero, una hoja con un árbol, una *subjetividad con una subjetividad*?
Pero más allá del concepto de suma que le podemos dar mil connotaciones más metafóricas, lo que encuentro es esta fascinación por la producción, por lo nuevo a partir de la reunión de las gentes en lucha. Eso me parece lindo, y aunque el concepto de suma me parezca que no da cuenta de todo, la carga subjetiva que carga me parece que va en esa dirección.
Aquí otra cosa que me da temor. Esta fascinación por lo que se produce descuida la génesis y la organización, estamos a veces fascinados por lo que surge del encuentro y nunca nos preguntamos *cómo surgió, mas sí por el qué lo hizo surgir*.Nuestros principios no pueden estar basados en el qué: la suma, sino en el cómo. Me parece pertinente citar a Morín : "Mientras que la repetición es una categoría más general relativa a la RE, la recursión es su categoría más rica. Ella da a la repetición la dimensión no solo editora y multiplicadora, sino sobre todo genésica y formadora" (2). Ahora bien, creo que hay que pensar la tensión mencionada entre lo producido y la genésico sin subsumir una en la otra. El encuentro de iguales no implica una misma subjetividad, sino misma capacidad de ejercer tu singularidad en el
colectivo. ¿Ese encuentro en la igualdad puede ser considerada un momento de suma? Creo que sí, pero siempre y cuando no se intente síntesis o alineamiento de subjetividades, pues automáticamente se mueren. Y se nos viene la pregunta ¿qué representa la suma aquí? Puede ser reunión de subjetividades, singularidades en condición de igualdad.

Esto es muy bello, pero nuevamente me pregunto si la suma es nuestro fin. Me parece importante el cómo se va formado y lo nuevo se va formando sin diluir uno en el otro, me importa dar cuenta de aquella cualidad del proceso que permite el surgimiento de lo revolucionario, liberador. Es todo un reto pensarnos recursivamente cuando hablamos de liberación y cuando pensamos cómo formamos psicólogos de la liberación o para la liberación, o de repente de lo político. Creo que esto último organiza nuestro interés cuando hablamos de la liberación ¿cómo surge, cómo se gesta, cómo se organiza lo político (no la política)? Creo que cuando hablamos de lo político se toca algo del orden del acontecimiento, nos permite hablar
del lugar donde se produce lo político: lo ético, y otras cosas que no nos cierran a la complejidad.
Por otro lado, con el debate abierto por Eduardo y cogiéndome de algunas cositas previas, creo que la psicología para la liberación tiene un carácter ético-político-estético, como núcleo de bucles complejos donde participan otras realidades. No sé si sea justo plantear a la psicología misma como proyecto político, que es distinto a plantearnos un proyecto para la psicología y sus diversos aportes, pero organizado desde lo ético-político y estético.
En esto último mi diferencia con Fernanda, creo que sí hay un centro de interés que acoge a la diversidad producida por la psicología que es de carácter ético-político y estético, no creo que se desperdicie la complejidad desde ese lugar (ambiental, biológica, antropológica, etc.), sino que se articula desde un proyecto de autonomía. Nuevamente el tema de la identidad y la borrosidad nos trae mil ideas más que seguro las seguiremos compartiendo. Ahora sí creo que plantearlo desde el lugar que sugiere Eduardo de psicología política puede limitar la diversidad, que señala Fernanda, se desperdicia.

8/11/2008 -Eduardo

Los debates de los últimos días dan para pensar desde donde y hacia donde pensamos, hacemos y sentimos lo que compartimos; lo cual esta bueno y ayuda a articular diferencias que siempre son buenas si se saben respetar y confrontar con ellas.A veces creo Alfredo, que hay ciertas "certezas" que me asustan, porque casi se convierten en dogmas desde donde
cuestionar, criticar y enfrentar a otros dogmas. Sigo pensando, como alguna vez lo decía en una poesía, que los monumentos aplastan, sean estos de enemigos o amigos. Sinceramente, puedo compartir planteos de Marx y en otros considerar que para nada, que no leo la realidad desde el mismo punto de vista, que le faltaron varias cosas a su teoría, que hay otras que ya no responden a los nuevos contextos socio. Históricos. En otras, Marx me va pero junto con Bakunin, Proudhon, etc.¡¡¡ Herejía!!!! ¿Herejía? No creo que haya que mirar la realidad para ver si coincide o no con lo que dice nuestro "pop star" del pensamiento y la acción, sino que la acción ratifique, rectifique, mejore, contradiga lo que mi "pop star" dice. Digo, me parece que a veces al
pobre Marx, lo han hecho decir demasiadas cosas en tiempos que vaya a saber que diría.
Eso para pensar en las "nuevas cosas", esas que a veces tanto asustan porque contradicen la teoría. Las nuevas cosas que parece que podrían ser pecados frente a las formas instituidas de hacer y pensar. No me la creo, no la acepto esa fantasía de que la apertura a lo nuevo sea señal de "cualquier cosa" o "falta de..." No sé porque me vino a la cabeza aquello del "terrorismo epistemológico" de Feyerabend. ¿Sera que sostengo un "tratado contra el método"? No sé, cosas que me dieron a pensar alguna intervención tuyas. Y, en ese sentido, Psicología de la Liberación, Psicología Política, te diría que para mí son sinónimos: una Psicología Política Latinoamericana que apunta a la liberación de la disciplina, de las sociedades y de los aparatos ideológicos que nos atan en viejas prácticas de resistencia a cambios necesarios. …

9/11/2008 Fernanda

Eduardo …Solo me pregunto si decís que la psicología de la liberación y la psicología política son sinónimos ¿por qué introducir este nuevo nombre? ¿Qué diferencia buscas transmitir con él? …
9/11/2008 Eduardo

Fernanda, de arranque y como para saber de qué hablamos. La idea de la liberación, la praxis de la liberación son un conjunto de actos políticos, una intencionalidad, una postura, un posicionamiento ético y estético. La Psicología de la Liberación deviene en el camino colectivo de acciones y pensamientos que vamos construyendo desde la memoria, la identidad y la reapropiación de nuestros recursos como continente oprimido pero con enormes capacidades de
resistencia y rebelión. Desnaturalizar, "desideologizar", "concientizar" (las comillas son porque tengo ciertos desacuerdos con esos nombres) son actos políticos que apuntan a una transformación donde como decía Baró, se asume una opción por las mayorías oprimidas y contra sistemas opresores; así como se asume una deconstrucción de nuestras propias acciones
opresoras desde relaciones de poder que nos seducen, a pesar de los discursos.
Digo y remarco: *Psicología Política Latinoamericana*, porque tenemos mucho para decir, pensar, hacer, desde nuestro continente, recuperando y reconciliándonos con experiencias antiguas que nos forman pero que tenemos guardadas en el más profundo olvido, si no en una mirada turística y compasiva con "los pobres indios" o con los negros de las llamadas, simpáticos y pintorescos. Hay psicologías políticas del norte que nos hablan -y que aportan- pero nos falta mucha más producción propia, pensar y hacer con nuestras realidades: políticas públicas, asistencialismo, políticas sociales, seguridad, desempleo, emigración, poblaciones desplazadas, emergencias sociales, pobreza, izquierdas-derechas, representatividad, ciudadano, consumo,
mercado, etc.

Todo por hacer y todo por articular con las ganas y compromisos de muchos compas del continente que están en la misma o parecida. De eso hablo. En ese sentido, nuestro grupo tiene mucho para construir y el desafío será encontrar las mejores herramientas para hacerlo, intentando siempre sostener todo lo posible su capacidad instituyente.

¿Coopere en algo para el debate? Si es así, me alegro. Si no y mismo si, espero esto siga y lo vayamos construyendo entre todos y todas. Esa ha sido la intención del grupo desde su inicio. Sin verdades reveladas, sin monumentos, sin un único camino predeterminado por donde andar, sin expertos e ignorantes. Todas todos toditos toditas tenemos algo para decir, hacer. Eso ya es un posicionamiento político. Hacer y aprender entre todos sin iluminados que muestren la
misión y la visión del colectivo.

12 /11/ 2008 Alfredo

…Sobre la Psicología Política, aquí quiero hacer algunas preguntas ¿La intención de una Psicología Política es un proyecto de autonomía para la Psicología? ¿La Psicología Política tendría en la mira la generación de proyectos de autonomía?
Me parece que Ignacio Martín Baró nos hace una invitación antes que nada a ser militantes de *una causa*: La emancipación humana. Cómo esta se aborde desde las distintas corrientes de la psicología importa mucho para sacar respuestas colectivas, la cosa es reunir nuestros esfuerzos para combatir problemáticas comunes centradas en las formas opresión como el fatalismo, conformismo, autocomplacencia, etc. Por eso la Psicología para la Liberación más la
veo como un movimiento político de la psicología, de un proyecto de autonomía que integra lo individual de los distintos posicionamientos teóricos y las confluencias colectivas de asuntos que los consideramos comunes porque atentan contra la dignidad de la humanidad. A su vez esto implica una politización permanente de la psicología por el intercambio de
perspectivas en torno a lo político, y claro una revisión permanente de ella misma.
Si quisiera hablar de la Psicología Política Latinoamérica: ¿No podría hablar, de manera legítima y auténticamente, de una psicología Política latinoamericana histórico-cultural? Es decir ¿ponerle mi sello, el de Juan, el de Pedro? ¿Al movimiento de la psicología de la liberación al que pertenecemos le podríamos poner distintivo de pertenencia a cierto enfoque? ¿La psicología política Latinoamérica desde cada enfoque no sería nuestra manera de traducir lo que en el
movimiento político se produce? Me interesa mucho este debate porque a mí me está generando cierta sensación de complementariedad entre los rótulos que estaban confrontándose anteriormente...

11 /11/2008 Fernanda

…Creo que hay dos niveles que hay que deslindar que nuestras acciones sean actos políticos estoy de acuerdo incluyendo por tanto un posicionamiento político (y aquí se ubicaría cualquier formación) ahora bien creo que el pensar sobre esos posicionamientos políticos (que esto implica un acto político), el poder, la ciudadanía entre otros temas nos ubica en un plano más meta, en un otro nivel, desde el cual si necesitamos una formación especifica como herramienta para pensar esto. Es complejo el pensar esto de la psicología política, me parece que en si misma guarda por lo que han hablado ambos, una posicionamiento político, pero también la generación de un saber acerca de los procesos psíquicos que hacen y producen lo político en la sociedades más en profundidad que la Psicología de la Liberación como ha dicho Eduardo.
Creo necesario la profundización dentro de la Psicología de la Liberación y la producción desde ahí de saberes que nos permitan una mayor compresión de estas realidades que diagraman nuestras vidas y las vidas de nuestras comunidades.
Pienso que una cosa es una psicología que tenga un posicionamiento político, la politización de la psicología y otra la generación de prácticas y saberes que nos permitan entender los procesos de subjetivación, psíquicos que se dan en relación a la realidad política y como estos la generan. Creo que esta psicología política se movería en ambas dimensiones.

12/11/2008 Sirpo

Mal y tarde (parafraseando a Joaquin Sabina) participo de este intercambio de ideas sobre la psicología política latinoamericana y otros temas, pero en fin les mando algunas ideas:
La importancia del nombre: dicen que en la antigua china cuando un emperador asumía su cargo (por derecho o por la fuerza) y quería organizar de manera diferente su imperio, los sabios le aconsejaban que lo primero que tenía que hacer era buscar a alguien que supiera nombrar. Al parecer a diferencia de nuestra cultura occidental que intenta “descubrir” la realidad a través de de la inducción – deducción, las culturas orientales (¿Cada vez menos con la globalización?) organiza la realidad desde un etiquetado, desde un saber nombrar. Desde esta perspectiva
se me ocurre la pregunta de si la propuesta del nuevo nombre es explicada mediante argumentos o es explicada por la necesidad de una nueva organización (una nueva categoría diría Fernanda más útil a los propósitos).
Acuerdos – desacuerdos con Alfredo: En primer lugar coincido con Alfredo en que la psicología de la liberación tiene mucho de meta- psicología con un fuerte énfasis epistemológico. Baró en el intento de liberarse de formas de pensamiento aceptadas tradicionalmente en psicología tuvo que colocarse por fuera de ella para lograr ese objetivo. A primera vista parecería que una psicología política perdería esta característica y seria más restrictiva o concreta en las
dimensiones que abarca. Segunda coincidencia creo que es mejor la expresión psicología para la liberación que psicología de la liberación, porque la primer expresión parece contemplar mejor los aspectos metapsicológicos de los que hable antes junto a un sentido de no finalización que la deja abierta a un proceso y también por el sentido proactivo de su búsqueda de la que hablaba Alfredo. En cambio la segunda expresión tiene un sentido de pertenencia que parecería poder
adjudicarse a una corriente en específico. Por último el hecho de que la expresión sea nueva (que no lo es ya que hay trabajos sobre psicología política, no sé si en la misma línea del moderador) no implicaría que deba descartarse o sea producto del marketing. Si algo nuevo está bien fundamentado o es útil bienvenido sea. La Política y la psicología: si bien parece que Eduardo no está motivado por el marketing para proponer la PPL si debo decir que utilizo una estrategia de marketing: al proponer la PPL (así como al pasar) no dio mucha explicación sobre ella
generando un vacio que hizo pensar y producir en el grupo. Sabemos que política y polis tienen un origen etimológico común. La polis griega fue la forma que los griegos tomaron organizativamente para ejercer el poder y si leemos a Dussel veremos que este filosofo hace una serie de igualdades entre polis, fundamento y ser. Es decir que para Dussel la polis y por tanto su organización política eran la expresión de la racionalidad y el ser (no en el sentido ontológico sino
construido por las circunstancias) del griego, lo que estaba por fuera de la polis era lo bárbaro aquellas racionalidades que escapaban a la rígida lógica aristotélica del principio de igualdad, principio de contradicción y tercero excluido.
También sabemos que Foucault ubica el proceso de subjetivación occidental en el hecho político griego de las asambleas donde la regla indicaba que un hombre libre para gobernar a otros hombres libres debería dominarse primero a sí mismo (¿habrá esto profundizado la lógica de la dominación?). Aristóteles (obviamente como todo griego clásico) llamo al hombre “animal político” tal vez en un intento de articular la polaridad (por el momento no voy a entrar en el
debate entre Fernanda y Alfredo sobre la dialéctica la dialógica y la analectica) animal – cultura en el hombre. Menciono estos autores primero para mostrar que estoy de acuerdo con la importancia de la dimensión política en el psiquismo, y que mi idea de una psicología política es una psicología que busque ir en contra de esa racionalidad (y forma de ser) única instaurada por la costumbre que termina excluyendo a quienes no entren dentro de sus cánones y esto a
mi parecer es una opresión tanto para quienes ejercen el poder (porque están atrapados en la racionalidad que construyeron) como para quienes lo padecen (porque sufren una racionalidad a la que por ser diferentes los excluye).
Ya sé que Eduardo me dirá que el apremio de ambos lados no es lo mismo si pero ¿No debemos liberarnos entre todos? ¿El excluido no le da al exclusor la posibilidad de rever sus fundamentos? Será aquello de lo que escribía Jung cuando decía que debía integrarse (para ambos lados digo yo) ese otro despreciado que es la sombra.
12 /11/2008 Eduardo

Sirpo: Qué bueno que estés de vuelta por aquí y te haya convocado este debate. Seguro que lo importante va surgiendo de cómo vamos pensando y pensándonos en estas producciones colectivas.
Estrategia de marketing, no, estrategia de poner más en juego ideas, sentires y prácticas de esta psicología que nos integra, si. Y creo que nombrar ya es de por si un hecho político que intenta producir otros hechos políticos, de ahí la enunciación de una psicología política latinoamericana.

Siguiendo con los nombres referís que te va mas una Psicología *para *la Liberación, que una Psicología *de *la Liberación. Puede estar interesante ese giro que, seguro, implica muchas cosas. A ese nombre, ¿sabes? le agregaría para *las* liberaciones. No creo que haya una única definitiva. Caminos que se van haciendo, liberaciones múltiples.
Lo de Psicología Política Latinoamericana. No una chacra nueva, no un gajo de nuestra Psicología de la Liberación, que nos integra, articula y desafía. Por el contrario, una profundización de ella, integrando practicas y ganas diversas de nuestro continente con una definición clara: hacemos política con nuestras prácticas profesionales y apostamos a la construcción de otros mundos más justos, dignos e igualitarios; mundos donde el ambiente no sea deteriorado aun mas, mundos donde el trabajo no sea subsistencia mínima o estrés máximo, mundos donde la justicia sea justa, mundos donde haya mercados y no la ley del mercado, mundos donde no haya gente signada y gente que signa, mundos donde no hayan asesinados por pensar o hacer diferente al sistema, mundos.... posibles y
necesarios.
En fin compas, el desafío de liberar ideas, sentires, prácticas, recuperar la memoria de tantas ideas, sentires y prácticas de nuestros pueblos, que no nacieron con la conquista. Aprender a aprender de lo que sabemos y no nos
dejaron saber que sabemos.

¿Qué "es" la Psicología de la liberación?, ¿Qué implica una Psicologia Politica?, ¿Qué son otros mundos posibles y necesarios ?...y tantas otras preguntas que aterrizan estrategias y acciones posibles y necesarias en nuestras practicas actuales y futuras.Algo de eso y mucho mas que seguira en los proximos debates.Por ahi ahora.

Notas
1)http://www.liccom.edu.uy/interes/actividades/2005/Material/gkaplun_in...
05/Material/gkaplun_in...)
2) Morin Edgar 1998-"El Método II La Vida de la Vida" Editorial Cátedra.
Liber-accion
http://www.liber-accion.org/Joomla Potenciado por Joomla! Generado: 5 May, 2009, 12:14

Baró-Hacia una psicología de la liberación.


Hacia una psicología de la liberación

Ignacio Martín-Baró
Departamento de Psicología
Universidad Centroamericana
"José Simeón Cañas" (UCA)
San Salvador, El Salvador

El aporte social de la Psicología en Latinoamérica

Desde la perspectiva de conjunto, hay que reconocer que el aporte de la Psicología, como ciencia y como praxis, a la historia de los pueblos latinoamericanos es extremadamente pobre. No han faltado, ciertamente, psicólogos preocupados por los grandes problemas del subdesarrollo, dependencia y opresión que agobian a nuestros pueblos; pero, a la hora de materializarse, en muchos casos esas preocupaciones se han tenido que canalizar a través de un compromiso político personal al margen de la Psicología, cuyos esquemas resultaninoperantes para responder las necesidades populares.

No me refiero sólo a la Psicología social, cuya crisis de significación ha sido un tema muy aireado en la última década; me refiero a la psicología en su conjunto, la teórica y la aplicada, la individual, la social, la clínica y la educativa. Mi tesis es que el quehacer de la Psicología latinoamericana, salvadas algunas excepciones, no sólo ha mantenido una dependencia servil a la hora de plantearse problemas y de buscar soluciones, sino que ha permanecido al margen de los grandes movimientos e inquietudes de los pueblos latinoamericanos.

Cuando se trata de señalar algún aporte latinoamericano al acervo de la Psicología universal se suelen mencionar, entre otros, la «tecnología social» de Jacobo Varela (1971) o los planteamientos psicoanalíticos de Enrique Pichon-Riviere, en Argentina. Ambos trabajos merecen todo nuestro respeto y no seré yo quien los minimice. Sin embargo, es significativo que la obra de Varela fuera publicada originalmente en inglés y que se inscriba en en la línea de los estudios norteamericanos sobre actitudes, como si para aportar algo universal un latinoamericano tuviera que abdicar de su origen o de su identidad. Respecto a los trabajos de Pichon-Riviere es triste afirmar que todavía son insuficientemente conocidos fuera de
Argentina.

Posiblemente los aportes latinoamericanos de más enjundia e impacto social puedan
encontrarse allá donde la Psicología se ha dado de la mano con otras áreas de las ciencias sociales. El caso más significativo me parece constituirlo, sin duda alguna, el método de la alfabetización conscientizadora de Paulo Freire (1970, 1971), surgido de la fecundación entre educación y psicología, Filosofía y Sociología. El concepto ya consagrado de conscientización articula la dimensión psicológica de la conciencia personal con su dimensión social y política, y pone de manifiesto la dialéctica histórica entre entre el saber y el hacer, el crecimeinto individual y la organización comunitaria, la liberación personal y la transformación social. Pero, sobre todo, la conscientización constituye una respuesta histórica
a la carencia de palabra personal y social, de los pueblos latinoamericanos, no sólo
imposibilitados para leer y escribir el alfabeto, sino sobre todo para leerse a sí mismos y paraescribir su propia historia. Lamentablemente tan significativo como el aporte de Freire resulta la poca importancia que se concede al estudio crítico de su obra, sobre todo si se compara con al esfuerzo y tiempo dedicados en nuestros programas a aportes tan triviales como algunas delas llamadas «teorías del aprendizaje» o a algunos modelos cognoscitivos, hoy tan en boga.

La precariedad del aporte de la Psicología latinoamericana se aprecia mejor cuando se lo compara con el de otras ramas del quehacer intelectual. Así, por ejemplo, la teoría de la dependencia ha sido un esfuerzo original de la Sociología de Latinoamérica por dar razón de ser de la sitación de subdesarrollo de nuestros países sin recurrir a explicaciones derogatorias de la cultura latinoamericana ligadas a la concepcción de la «ética protestante». Es bien conocido, también, el rico aporte de nuestra novelística; para nuestro rubor, no resulta
exagerado afirmar que se aprende bastante más sobre la Psicología de nuestros pueblos leyendo una novela de García Márquez o de Vargas Llosa que nuestros trabajos técnicos sobre el carácter y la personalidad. Y ciertamente, la teología de la liberación ha sido capaz de reflejar y estimular al mismo tiempo las recientes luchas históricas de las masas marginales con mucha más fuerza que nuestros análisis y recetas psicológicas sobre la modernización o el cambio social.

A diferencia de la cultura sajona, la cultura latina tiende a conceder un importante papel a las características de las personas y a las relaciones interpersonales. En un país como El Salvador, el presidente de la República se constituye en el referente inmediato de casi todos los problemas, desde los más grandes hasta los más pequeños, y a él se le atribuye la responsabilidad de resolución, lo que lleva a acudir al presidente lo mismo para reclamarle sobre la guerra que sobre un pleito de vecinos, para estimular la reactivación económica del país que para cancelar un indiscreto prostíbulo situado junto a la escuela (Martín-Baró, 1973).

En este contexto cultural que tiende a personalizar y aun psicologizar todos los procesos, la Psicología tiene un vasto campo de influjo. Y, sin embargo, en vez de contribuir a desmontar ese senido común de nuestras culturas que oculta y justifica intereses dominantes transmutándolos en rasgos de carácter, la Psicología ha abonado ?por acción o por omisión? el psicologismo imperante. Incluso en el caso de la alfabetización conscientizadora de Freire se ha llegado a recuperar para el sistema sus principales categorías despojándolas de su esencial dimensión política y convirtiéndolas en categorías puramente psicológicas. Actualmente con la creciente subjetivización de los enfoques predominates, la Psicología sigue alimentando el psicologismo cultural ofreciéndose como una verdadera « ideología de
recambio» (Deleule, 1972). En nuestro caso, el psicologismo ha servido para fortalecer, directa o indirectamente, las estructuras opresivas al desviar la atención de ellas hacia losfactores individuales y subjetivos.

No se trata aquí de establecer un balance de la Psicología latinoamericana, entre otras cosas porque está todavía por hacer una historia que trascienda la organización más o menos parcial de datos (ver, por ejemplo, Ardila, 1982, 1986; Díaz-Guerrero, 1984; Whitford, 1985). De lo que se trata es de preguntarnos si con el bagaje psicológico que disponemos podemos decir y, sobre todo, hacer algo que contribuya significativa a dar respuesta a los problemas cruciales de nuestros pueblos. Porque en nuestro caso más que en ningún otro tiene validez aquello que de que la preocuapción del científico social no debe cifrarse tanto en explicar el mundo cuanto en transformalo.

La esclavitud de la psicología Latinoamericana

Una de las justificaciones que se puede dar a la pobreza del aporte histórico de la Psicología latinoamericana estriba en su relativa juventud. Como confirmación de este punto de vista se apunta a las propuestas originales que empiezan a surgir un poco por todas parte (Psicología, 1985). El argumento es válido, aunque insuficiente, y se vuelve peligroso si en él nosescudáramos para no revisar las deficiencias que nos han llevado (y, en muchoscasos, nos siguen llevando) a la marginalidad científica y a la inoperancia social.

En mi opinón, la miseria de la Psicología latinoamericana hunde sus raíces en una historia de dependencia colonial que no coincide con la historia de la colonia iberoamericana, sino con el neocolonialismo del «garrote y la zanahoria» que se nos ha impuesto desde hace un siglo. El «garrotazo cultural» que diariamente reciben nuestros pueblos con frecuencia encuentra en la Psicología un instrumento más entre otros para moldear las mentes y un valioso aliado para tranquilizar conciencias al explicar las indudables ventajas de la zanahoria modernista y tecnológica.
Podemos sintetizar en tres las principales causas de la miseria histórica de la Psicología latinoamericana, las tres relacionadas entre sí: su mimetismos cientista, su carencia de una epistemología adecuada y su dogmatismo provinciano. Examinemos por separado cada una de ellas.

Mimetismo cientista

A la Psicología latinoamericana le ha ocurrido algo parecido a lo que le ocurrió a la
psicología nortemaricana a comienzos de siglo: su deseo de adquirir un reconocimiento
científico y un status social les ha hecho dar un serio traspiés. La psicología norteamericana volvió su mirada a las ciencias naturales a fin de adquirir un método y unos conceptos que la consagraran como científica mientras negociaba su aporte a las necesidades del poder establecido a fin de recibir un puesto y un rango sociales. La Psicología latinoamericana lo que hizo fue volver su mirada al big brother, quien ya era respetado científica y socialmente,y a él pidió prestado su bagaje conceptual, metodológico y práctico, a la espera de poder negociar con las instancias sociales de cada país un status social equivalente al adquirido por
los norteamericanos.

Es discutible si la profesión del psicólogo ha logrado ya en los países latinoamericanos el reconocimiento social que buscaba; lo que sí es claro es que la casi totalidad de sus esquemas teóricos y prácticos ha sido importada de los Estados Unidos. Así, los enfoques psicoanalíticos u organicistas que imperaron en un primer momento debido a la dependencia de la Psicología respecto a las escuelas psiquiátricas, sucedió una oleada de conductismo a ultranza e individualismo metodológico. Hoy muchos psicólogos latinoamericanos han descartado el conductismo y se han afiliado a una u otra forma de Psicología cognoscitiva, no tanto por haber sometido a crítica los esquemas psicoanalíticos o conductistas cuanto porque
ése es el enfoque de moda en los centros académicos norteamericanos.

El problema no radica tanto en las virtudes o defectos que pueden tener el conductismo o las teorías cognoscitivas cuanto en el mimetismo que nos lleva a aceptar los sucesivos modelos vigentes en los Estados Unidos, como si el aprendiz se volviera médico al colgarse del cuello el estetoscopio o como si el niño se hiciera adulto por el hecho de ponerse las ropas de papá.

La aceptación acrítica de las teorías y modelos es precisamente la negación de los
fundamentos de la misma ciencia. Y la importación ahistórica de esquemas conduce a la
ideologización de los planteamientos cuyo sentido y validez, como nos lo recuerda la
sociología del conocimiento, remiten a unas cirscunstancias sociales y a unos
cuestionamientos concretos.

Los modelos dominates en la Psicología se fundan en una serie de presupuestos que sólo rara vez se discuten y a los que todavía con menos frecuencia se proponen alternativas.
Mencionaré cinco de esos presupuestos que, en mi opinión, han lastrado las posibilidades de de la Psicología latinoamericana: el positivismo, el individualismo, el hedonismo, la vidiónhomeostática y el ahistoricismo.

El positivismo, como lo indica su nombre, es aquella concepción de la ciencia que consideraque el conocimiento debe limitarse a los datos positivos, a los hechos y a sus relaciones empíricamente verificables, descartando todo lo que pueda ser caracterizado como metafísica.
De ahí que el positivismo subraye el cómo de los fenómenos, pero tienda a dejar de lado el qué, el por qué y el para qué. Esto, obviamente, supone un parcialización de la existenciahumana que le ciega a sus significados más importantes. Nada de extrañar, entonces, que el positivismo se sienta tan a gusto en el laboratorio, donde puede «controlar» todas las variables, y termine reduciéndose al examen de verdaderas trivialidades, que poco o nadadicen de los problemas de cada día.

Con todo, el problema más grave del positivismo radica precisamente en su esencia, es decir, en su ceguera de principio para la negatividad. El no reconocer más de lo dado lleva a ignorar aquello que la realidad existente niega, es decir, aquello que no existe pero que sería históricamente posible, si se dieran otras condiciones. Sin duda, un análisis positivista del campesino salvadoreño puede llevar a la conclusión de que se trata de una persona machista y fatalista, de manera semejante a como el estudio de la inteligencia del negro norteamericano lleva a la conclusión de que su cociente intelectual se encuentra en promedio una desviación típica por debajo del cociente intelectual del blanco. Considerar que la realidad no es más que lo dado, que el campesino salvadoreño es sin más fatalista o el negro menos inteligente,
constituye una ideologización de la realidad que termina consagrando como natural el orden existente. Obviamente, desde una perspectiva así, magro es el horizonte que se nos dibuaja a los latinoamericanos, y pobre el futuro que la Psicología nos pueda ofrecer.

Resulta paradójico que este positivismo se combine, en la investigación psicológica, con un idealismo metodológico. Pues idealista es el esquema que antepone el marco teórico al análisis de la realidad, y que no da más pasos que la exploración de los hechos que aquellos que le indican la fromulación de sus hipótesis. Siendo así que las teorías de las que se suele arrancar han surgido frente a situaciones positivas muy distintas a las nuestras, este idealismo puede terminar no sólo cegándonos a la negatividad de nuestras condiciones humanas, sino incluso a su misma positividad, es decir, a lo que de hecho son.

El segundo presupuesto de la Psicología dominante lo constituye el individualismo, mediante el cual se asume al sujeto último de la Psicología es el individuo como entidad de sentido en sí misma. El problema con el individualismo radica en su insistencia por ver en el individuo lo que a menudo no se encuentra sino en la colectividad, o por remitir a la individualidad lo que sólo se produce en la dialéctica de las relaciones interpersonales. De esta manera el individualismo termina reforzando las estructuras existentes al ignorar la realidad de las
estructuras sociales y reducir los problemas estructurales a problemas personales.

Del hedonismo imperante en Psicología se ha hablado bastante, aunque quizá no se ha
subrayado lo suficiente cuán incrustado está hasta en los modelos más divergentes en su uso. Tan hedonista es el psicoanálisis como el conductismo, la reflexología como la Gestalt. Ahora bien, yo me pregunto si con el hedonismo se puede entender adecuadamente el comportamiento solidario de un grupo de refugiados salvadoreños que, nada más saber del reciente terremoto que devastó el centro de San Salvador, echaron mano de toda su reserva de alimentos y las enviaron a las víctimas de la zona más golpeada. El pretender que detrás de todo comportamiento hay siempre y por principio una búsqueda de placer o satisfacción, ¿no es cegarnos a una forma distinta del ser humano o, por lo menos, a una faceta distinta del ser
humano, pero tan real como la otra? Integrar como presupuesto el hedonismo en nuestro
marco teórico, ¿no es de hecho una concesión al principio de lucro fundante del sistema capitalista y, por lo tanto, una transposición a la naturaleza del ser humano de lo que caracteriza al funcionamiento de un determinado sistema socio-económico? (Martín-Baró,
1983a).

La visión homeostática nos lleva a recelar de todo lo que es cambio y desequilibrio, a valorar como malo todo aquello que representa ruptura, conflicto y crisis. Desde esta perspectiva, más o menos, implícita, resulta difícil que los desequilibrios inherentes a las luchas sociales no sean interpretados como trastornos personales (¿no hablamos de personas desequilibradas?) y los conflictos generados por el rechazo al ordenamiento social no sean considerados patológicos.

El último presupuesto que quiero mencionar de la Psicología dominante es quiza el más
grave: su ahistoricismo. El cientismo dominante nos lleva a considerar que la naturaleza humana es universal, y por lo tanto, que no hay diferencias de fondo entre el estudiante del MIT y el campesino nicaragüense, entre John Smith, de Peoria (Illinois, Estados Unidos), y Leonor González, de Cuisnahuat (El Salvador). Así, aceptamos la escala de necesidades de Maslow como una jerarquía universal o asumimos que el Stanford-Binet apenas tiene que ser adaptado y tipificado para medir la inteligencia de nuestras poblaciones. Sin embargo, una concepción del ser humano que pone su universalidad en su historicidad, es decir, en ser una naturaleza histórica, acepta que tanto las necesidades como la inteligencia son en buena
medida una construcción social y, por lo tanto, que asumir dichos modelos presuntamente transculturales y transhistóricos, elaborados en circunstancias distintas a las nuestras, puede llevarnos a una grave distorsión de lo que en realidad son nuestros pueblos.

Falsos dilemas

La dependencia de la Psicología latinoamericana le ha llevado a debatirse en falsos dilemas. Falsos no tanto porque no representen dilemas teóricos sobre el papel, cuanto porque no responden a los interrogantes de nuestra realidad. Tres dilemas característicos, que todavía en algunas partes levantan ampollas, son: Psicología científica frente a Psicología «con alma»; Psicología humanista frente a Psicología materialista, y Psicología reaccionaria frente a Psicología progresista.
El primer dilema, quizá ya el más superado en los centros académicos, llevaba a ver una oposición entre los planteamientos de la Psicología y una Antropología cristiana. La «Psicología de las ratas» era contrapuesta a una «Psicología con alma», mientras psicólogos y sacerdotes peleaban por un mismo rol frente a los sectores medios o burgueses de la sociedad. Ciertamente, el dogmatismo de muchos clérigos les llevaba a recelar un peligro contra la fe religiosa en la teorías psicológicas y a ver sus explicaciones como una negación de lo trascendente del ser humano. Pero tampoco los psicólogos latinoamericanos, con sus esquemas Made in USA, supieron eludir el dilema, quizá porque les faltaba una adecuada comprensión tanto de sus propios esquemas como sobre todo de lo que suponían los planteamientos religiosos.

Un segundo dilema, más vigente que el anterior, es el que opone una Psicología humanista a una Psicología materialista o deshumanizada. En lo personal, este dilema me desconcierta,porque creo que una teoría o un modelo psicológico serán valiosos o no, tendrán o no tendrán utilidad para el trabajo práctico y, en todo caso, acertarán más o menos, mejor o peor, como teoría o modelos psicológicos. Pero no logro ver en qué respecto Carl R. Rogers sea más humanista que Sigmud Freud o Abraham Maslow más que Henri Wallon. Más bien creo que si Freud logra una mejor compresión del ser humano que Rogers, o Wallon o que Maslow, sus teorías propiciarán un quehacer psicológico más adecuado, y, en consecuencia, harán un
mejor aporte para la humanización de las personas.

El tercer dilema es el de una Psicología reaccionaria frente a una Psicología progresista. El dilema, una vez más, es válido, aunque se suele plantear inadecuadamente. Una Psicología reaccionaria es aquella cuya aplicación lleva al afianzamiento de un orden social injusto; una Psicología progresista es aquella que ayuda a los pueblos a progresar, a encontrar el camino de su realización histórica, personal y colectiva. Ahora bien, una teoría psicológica no es reaccionaria sin más por el hecho de venir de los Estados Unidos, como el que tenga su origen en la Unión Soviética no le convierte automáticamente en progresista o revolucionaria.
Lo que hace reaccionaria o progresista a una teoría no es tanto su lugar de origen cuanto su capacidad para explicar u ocultar la realidad y, sobre todo, para reforzar y transformar el orden social. Lamentablemente existe bastante confusión al respecto, y conozco centros de estudios o profesores que aceptan la reflexología debido a la nacionalidad de Pavlov o a que están más atentos a la ortodoxia política que a la verificación histórica de sus planteamientos.

Estos tres dilemas denotan una falta de independencia para plantear los problemas más
acuciantes de los pueblos latinoamericanos, para utilizar con total libertad aquellas teorías o modelos que la praxis muestre ser más válidos y útiles, o para elaborar nuevos. Tras los dilemas se esconden posturas dogmáticas, más propias de un espíritu de dependencia provinciana que de un compromiso científico por encontrar y sobre todo de hacer la verdad de nuestros pueblos latinoamericanos.

Hacia una psicología de la liberación

Desde las reflexiones anteriores se sigue claramente una conclusión: si queremos que la Psicología realice algún aporte significativo a la historia de nuestros pueblos, si como psicólogos queremos contribuir al desarrollo de los países latinoamericanos, necesitamos replantearnos nuestro bagaje teórico y práctico, pero replanteárnoslo desde la vida de nuestros propios pueblos, desde sus sufrimientos, sus aspiraciones y luchas. Si se me permite formular esta propuesta en términos latinoamericanos, hay que afirmar que si pretendemos que la Psicología contribuya a la liberación de nuestros pueblos, tenemos que elaborar una Psicología de la liberación. Pero elaborar una psicología de la liberación no es una tarea simplemente teórica, sino primero y fundamentalmente práctica. Por eso, si la Psicología latinoamericana quiere lanzarse por el camino de la liberación tiene que romper con su propia
esclavitud. En otras palabras, realizar una Psicología de la liberación exige primero lograr una liberación de la Psicología.

Preguntaba yo recientemente a uno de los más connotados teóricos de la liberación cuáles serían, en su opinión, las tres intuiciones más importantes de esa teología. Sin dudarlo mucho, mi buen amigo señaló los siguientes puntos:

1. La afirmación del objeto de la fe cristiana es un Dios de vida y, por lo tanto, que el cristiano debe asumir como su primordial tarea religiosa promover la vida. Desde esta perspectiva cristiana, lo que se opone a la fe en Dios no es el ateísmo sino la idolatría, es decir la creencia en falsos dioses, dioses que producen muerte. La fe cristiana en un Dios de vida debe buscar, por consiguiente, todas aquellas condiciones históricas que den vida a los pueblos; y en el caso concreto de los pueblos latinoamericanos, esta búsqueda de la vida exige un primer paso de liberación de las estructuras ?sociales, primero; personales, después? que mantienen una situación de pecado, es decir, de opresión mortal de las mayorías.

2. La verdad práctica tiene primacía sobre la verdad teorétical, la ortopraxis sobre la ortodoxia. Para la teología de la liberación, más que importante que las afirmaciones son las acciones, y más expresivo de la fe es el hacer que el decir. Por lo tanto, la verdad de la fe mostrarse en realizaciones históricas que evidencien y hagan creíble la existencia de un Dios de vida. En este contexto adquieren toda su significación las necesarias mediaciones que hacen posible la liberación histórica de los pueblos de las estructuras que los oprimen e impiden su vida y su desarrollo humano.

3. La fe cristiana llama a realizar una opción preferencial por los pobres. La teología de la liberación afirma que a Dios hay que buscarlo entre los pobres y marginados, y con ellos y desde ellos vivir la vida de fe. La razón para esta opción es múltiple. En primer lugar, porque ésa fue, en concreto, la opción de Jesús. En segundo lugar, porque los pobres constituyen la mayoría de nuestros pueblos. Pero en tercer lugar porque los pobres ofrecen condiciones objetivas y subjetivas de apertura al otro y, sobre todo, al radicalmente otro. La opción por los pobres no se opone al universalismo salvífico, pero reconoce que la comunidad de los pobres es el lugar teolólogico por excelencia desde el cual realizar la tarea salvadora, la construcción del reino de Dios.

Desde la insoiración de la teología de la liberación podemos podemos proponer tres
elementos esenciales para la construcción de una Psicología de la liberación de los puebloslatinoamericanos: un nuevo horizonte, una nueva epistemología y una nueva praxis.

Un nuevo horizonte

La psicología latinoamericana debe descentrar su atención de sí misma, despreocuparse de su status científico y social y proponerse un servicio eficaz alas necesidades de las mayorías populares. Son los problemas reales de los propios pueblos, no los problemas que preocupan otras latitudes, los que deben constituir el objeto primordial de su trabajo. Y, hoy por hoy, el problema más importante que confrontan las grandes mayorías latinoamericanas es su situación de miseria opresiva, su condición de dependencia marginante que les impone una existencia inhumana y les arrebata la capacidad para definir su vida. Por tanto, si la necesidad objetiva más perentoria de las mayoría latinoamericanas la constituye su liberación histórica de unas estructuras sociales que les mantienen oprimidas, hacia esa área debe enfocar supreocupación y su esfuerzo la Psicología.

La psicología ha estado siempre clara sobre la necesidad de liberación personal, es decir, la exigencia de que las personas adquieran control sobre su propia existencia y sean capaces de orientar su vida hacia aquellos objetivos que se propongan como valiosos, sin que mecanismos inconscientes o experiencias conscientes les impidan el logro de sus metas existenciales y de su felicidad personal. Sin embargo, la Psicología ha estado por lo general muy poco clara de la íntima relación entre desalienación personal y desalienación social, entre control individual y poder colectivo, entre liberación de cada persona y la liberación de todo un pueblo. Más aún, con frecuencia la Psicología ha contribuido a obscurecer la relación
entre enajenación personal y opresión social, como si la patología de las personas fuera algo ajeno a la historia y a la sociedad o como si el sentido de los trastornos comportamentales se agotara en el plano individual (Martín-Baró, 1984).

La Psicología debe trabajar por la liberación de los pueblos latioinamericanos, un proceso que, como mostró la alfabetización conscientizadora de Paulo Freire, entraña una ruptura con las cadenas de la opresión personal como de las cadenas de la opresión social. La recientehistoria del pueblo salvadoreño prueba que la superación de su fatalismo existencial, eso que púdica o ideológicamente algunos psicólogos deciden llamar «control externo» o «desesperanza aprendida», como si fuera un problema de orden puramente intraindividual, involucra una confrontación directa con las fuerzas estructurales que les mantienen oprimidos, privados de control sobre su existencia y forzados a prender la sumisión y a no esperar nada de la vida.

Una nueva epistemología

El objetivo de servir a la necesidad de liberación de los pueblos latinoamericanos exige una nueva forma de buscar el conocimiento: la verdad de los pueblos latinoamericanos no está en su presente de opresión, sino en su mañana de libertad; la verdad de las mayorías populares no hay que encontrarla sino hay que hacerla. Ello supone, por lo menos, dos aspectos: una nueva perspectiva y una nueva praxis.

La nueva perspectiva tiene que ser desde abajo, desde las propias mayorías populares
oprimidas. ¿Nos hemos preguntado alguna vez seriamente cómo se ven los procesos psicosociales desde la vertiente del dominado en lugar de verlos desde la vertiente del dominador? ¿Hemos intentado plantear la Psicología educativa desde el analfabeto, la Psicología laboral desde el desempleado, la Psicología clínica desde el marginado? ¿Cómo se verá la salud mental desde el colono de una hacienda, la madurez personal desde el habitante del tugurio, la motivación desde la señora de los mercados? Observen que se dice «desde» el analfabeto y el desempleado, el colono y la señora de los mercados, no «para» ellos. No se trata de que nostros pensemos por ellos, de que les transmitamos nuestros esquemas o de que les resolvamos sus problemas; se trata de que pensemos y teoricemos con ellos y desde ellos.
También aquí acertó la intuición pionera de Paulo Freire, quien planteó la pedagogía «del» oprimido y no «para» el oprimido; era la misma persona, la misma comunidad la que debía constituirse en sujeto de su propia alfabetización conscientizadora, la que debía aprender en diálogo comunitario con el educador a leer su realidad y a escribir su palabra histórica. Y así como la teología de la liberación ha subrayado que sólo desde el pobre es posible encontrar al Dios de la vida anunciado por Jesús, una Psicología de la liberación tiene que aprender que sólo desde el mismo pueblo oprimido será posible descubrir y construir la verdad existencial de los pueblos latinoamericanos.

Asumir una nueva perspectiva no supone, obviamente, echar por la borda todos nuestros
conocimientos; lo que supone es su relativización y revisión crítica desde la perspectiva de las mayorías populares. Sólo desde ahí las teorías y modelos mostrarán su validez o su deficiencia, su utilidad o su inutilidad, su universalidad o su provincialismo; sólo desde ahí las técnicas aprendidas mostrarán sus potencialidades liberadoras o sus semillas de
sometimiento.

Una nueva praxis

Todo conocimiento humano está condicionado por los límites impuestos por la propia
realidad. Bajo muchos respectos la realidad es opaca, y sólo actuando sobre ella, sólo transformándola, le es posible al ser humano adquirir noticias de ella. Lo que veamos y cómo lo vemos está ciertamente condicionado por nuestra perspectiva, por el lugar desde el que nos asomamos a la historia; pero está condicionado también por la propia realidad. De ahí que para adquirir un nuevo conocimiento psicológico no baste con ubicarnos en la perspectiva del pueblo, es necesario involucrarnos en una nueva praxis, una actividad transformadora de la realidad que nos permita conocerla no sólo en lo que es, sino en lo que no es, y en ello en la medida intentamos orientarla hacia lo que debe ser. Como dice Fals Borda (1985, p. 130)
hablando de la investigación participativa, sólo al participar se produce «el rompimiento voluntario y vivencial de la relación asimétrica de sumisión y dependencia, implícita en el binomio sujeto/objeto».

Por lo general, el psicólogo ha intentado insertarse en los procesos sociales desde las instancias de control. La pretendida asepsia científica ha sido, en la práctica, un aceptar la perspectiva de quien tiene el poder y un actuar desde quien domina. Como psicólogos escolares hemos trabajado desde la dirección de la escuela, y no desde la comunidad; como psicólogos del trabajo hemos seleccionado o entrenado al personal según las exigencias del propietario o del gerente, no desde los propios trabajadores o de sus sindicatos; incluso como psicólogos comunitarios hemos llegado con frecuencia a las comunidades montados en el carro de nuestros esquemas y proyectos, de nuestro saber y nuestro dinero. No es fácil definir cómo insertarnos en los procesos desde el dominado y no desde el dominador. No es fácil
incluso dejar nuestro papel de superioridad profesional o tecnócrata y trabajar mano a mano con los grupos populares. Pero si no nos embarcamos en ese nuevo tipo de praxis, que además de transformar la realidad nos transforme a nosotros mismos, difícilmente lograremos desarrollar una Psicología latinoamericana que contribuya a la liberación de nuestros pueblos.


El problema de una nueva praxis plantea el problema del poder y, por lo tanto, el problema de la politización de la Psicología. Este es un tema para muchos escabroso, pero no por ello menos importante. Ciertamente, asumir una perspectiva, involucrarse en una praxis popular, es tomar partido. Se presupone que al tomar partido se abdica de la objetividad científica, confundiendo de este modo la parcialidad con la obejtividad. El que un conocimiento sea parcial no quiere decir que sea subjetivo; la parcialidad puede ser consecuencia de unos
intereses, más o menos conscientes, pero puede ser también de una opción ética. Y mientras todos estemos condicionados por nuestros intereses de clase que parcializan nuestro conocimiento, no todos realizan una opción ética consciente que asuma una parcialización coherente con los propios valores. Frente a la tortura o el asesinato, por ejemplo, hay que tomar partido, lo cual no quiere decir que no se pueda lograr la objetividad en la comprensión del acto criminal y de su autor, torturador o asesino. De no ser así, fácilmente condenaremos como asesinato la muerte causada por el guerrillero, pero condonaremos y aun exaltaremos como acto de heroísmo la muerte producida por el soldado o el policía. Por ello, coincido con Fals Borda (1985) quien mantiene que el conocimiento práxico que se adquiere mediante la investigación participativa debe encaminarse hacia el logro de un poder popular, un poder que permita a los pueblos volverse protagonistas de su propia historia y realizar aquellos cambios que hagan a las sociedades latinoamericanas más justas y humanas.

Tres tareas urgentes

Son muchas las tareas que se le presentan a la Psicología latinoamericana de la liberación, tanto teóricas como prácticas. Presento tres que me parecen de una especial importancia y urgencia: la recuperación de la memoria histórica, la desideologización del sentido común y de la experiencia cotidiana, y la potenciación de las virtudes populares.

En primer lugar, la recuperación de la memoria histórica. La difícil lucha por lograr la satisfacción cotidiana de las necesidades básicas fuerza a las mayorías populares a permanecer en un permanente presente psicológico, en un aquí y ahora sin un antes ni después; más aún, el discurso dominante estructura una realidad aparentemente natural y ahistórica, que lleva a aceptarla sin más. Es imposible, así, sacar lecciones de la experiencia y, lo que es más importante, encontrar las raíces de la propia identidad, tanto para interpretar el sentido de lo que actualmente se es como para vislumbrar posibilidades alternativas sobre
lo que se puede ser. La imagen predominante negativa que el latinoamericano medio tiene de sí mismo respecto a otros pueblos (Montero, 1984) denota la interiorización de la opresión en el propio espíritu, semillero propicio al fatalismo conformista, tan conveniente para el orden establecido.

Recuperar la memoria histórica significará «descubrir selectivamente, mediante la memoria colectiva, elementos del pasado que fueron eficaces para defender los intereses de las clases explotadas y que vuelven otra vez a ser útiles para los objetivos de lucha y conscientización»
(Fals Borda, 1985, p. 139). Se trata de recuperar no sólo el sentido de la propia identidad, no sólo el orgullo de pertencer a un pueblo así como de contar con una tradición y una cultura, sino, sobre todo, de rescatar aquellos aspectos que sirvieron ayer y que servirán hoy para la liberación. Por eso, la recuperación de una memoria histórica va asuponer la reconstrucción de unos modelos de identificación que, en lugar de encadenar y enajenar a los pueblos, les habra el horizonte hacia su liberación y realización.

Es preciso, en segundo lugar, contribuir a desideologizar la experiencia cotidiana. Sabemos que el conocimiento es una construcción social. Nuestros países viven sometidos a la mentira de un discurso dominante que niega, ignora o disfraza aspectos esenciales de la realidad. El mismo «garrotazo cultural» que día tras día se propina a nuestros pueblos a través de los medios de comunicación masiva constituye un marco de referencia en el que difícilmente pueda encontrar adecuada formalización la experiencia cotidiana de la mayoría de las personas, sobre todo, de los sectores populares. Se va conformando así un ficticio sentido
común, engañoso y alienador, pábulo para el mantenimiento de las estructuras de explotación y las actitudes de conformismo. Desideologizar significa rescatar la experiencia original de los grupos y personas y devolvérsela como dato objetivo, lo que permitirá formalizar la conciencia de su propia realidad verificando la validez del conocimiento adquirido (Martín- Baró, 1985a, 1985b). Esta desideologización debe realizarse, en lo posible, en un proceso de participación crítica en la vida de los sectores populares, lo que representa una cierta ruptura con las formas predominantes de investigación y análisis.

Finalmente, debemos trabajar por potenciar las virtudes de nuestros pueblos. Por no referirme más que a mi propio pueblo, el pueblo de El Salvador, la historia contemporánea ratifica día tras día su insobornable solidaridad en el sufrimiento, su capacidad de entrega y de sacrificio por el bien colectivo, su tremenda fe en la capacidad humana de transformar el mundo, su esperanza en un mañana que violentamente se les sigue negando. Estas virtudes están vivas en las tradiciones populares, en la religiosidad popular, en aquellas estructuras sociales que
han permitido al pueblo salvadoreño sobrevivir históricamente en condiciones de inhumana opresión y represión, y que le permiten hoy en día mantener viva la fe en su destino y la esperanza en su futuro a pesar de la pavorosa guerra civil que ya se prolonga por más de seis años.

Monseñor Romero, el asesinado arzobispo de San Salvador, dijo en una oportunidad
refiriéndose a las virtudes del pueblos salvadoreño: «Con este pueblo, no es difícil ser buen pastor». ¿Cómo es posible que nosotros, psicólogos latinoamericanos, no hayamos sido capaces de descubrir todo ese rico potencial de virtudes de nuestros pueblos y que, consciente o inconscientemente, volvamos nuestros ojos a otros países y a otras culturas a la hora de definir obejtivos e ideales?

Hay una gran tarea por delante si pretendemos que la Psicología latinoamericana realice un aporte significativo a la Psicología universal y, sobre todo, a la historia de nuestros pueblos.

A la luz de la situación actual de opresión y fe, de represión y solidaridad, de fatalismo y de luchas que caracterizana nuestros pueblos, esa tarea debe ser la de una Psicología de la liberación. Pero una Psicología de la liberación requiere una liberación previa de la Psicología, y esa liberación sólo llega de la mano con una praxis comprometida con los sufrimientos y esperanzas de los pueblos latinoamericanos.

Referencias
Ardila, R. (1982). International Psychology. American Psychologist, 37, pp. 323-329.
Ardila, A. (1986). La psicología en América Latina. Pasado, presente y futuro. México: Siglo
XXI.
Deleule, D. (1972). La psicología, mito científico. Barcelona: Anagrama.
Díaz-Guerrero, R. (1984). Contemporary Psychology in Mexico. Annual Review of
Psychology, 35, pp. 83-112.
Fals Borda, O. (1985). Conocimiento y poder popular. Lecciones con campesinos de
Nicaragua, México y Bogotá. Bogotá: Siglo XXI.
Freire, P. (1970). Pedagogía del oprimido. Montevideo: Tierra: Nueva.
Freire, P. (1971). La educación como práctica de la libertad. Montevideo: Tierra: Nueva.
Martín-Baró, I. (1973). Cartas al presidente. Reflexiones psicosociales sobre un caso de
personalismo político en El Salvador. Estudios Centroamericanos, 296, pp. 345-357.
Martín-Baró, I. (1983). Acción e ideología. Psicología social desde Centroamérica. San
Salvador: UCA Editores.
Martín-Baró, I. (1984). Guerra y salud mental. Estudios Centroamericanos, 412, pp. 129-142.
Martín-Baró, I. (1985a). La encuesta de opinión pública como instrumento desideologizador.
Cuadernos de Psicología, 7, pp. 93-109.
Martín-Baró, I. (1985b). El papel del psicólogo en el contexto centroamericano. Boletín de
Psicología, 17, pp. 99-112.
Montero, E. (1984). Ideología, alienación e identidad nacional. Caracas: Universidad Central
de Venezuela.
Psicología Latinoamericana. (1985). Boletín de Psicología, 17, pp. 39-41.
Varela, J. (1971). Psychological Solutions to Social Problems: An Introduction to Social
Technology. New York: Academic Press.
Withford, D. (1985). Apuntes de algunos aspectos de la historia de la Psicología en
Nicaragua. Managua: Universidad Centroamericana.
http://di.uca.edu.sv/deptos/psicolog/hacia.htm (13 of 14) [16/11/2004 13:59:37]
Departamento de Psicología-UCA
Volver atrás
http://di.uca.edu.sv/deptos/psicolog/hacia.htm (14 of 14) [16/11/2004 13:59:37]

Ley de reparacion integral.


El abogado Oscar López Goldaracena dijo ayer que si bien "la exposición de motivos (del Poder Ejecutivo) se corresponde y en algunos casos hasta textualmente, con la exposición de motivos del anteproyecto que presentamos, aunque cuando uno pasa a leer el texto, éste no se compadece íntegramente con la exposición de motivos".

El proyecto no se corresponde con la exposición "por cuanto quedan fuera determinados universos de víctimas, y se mantiene la confusión entre indemnización y restitución, por cuanto se confunde la reparación jubilatoria con la indemnización por los daños sufridos", dijo el abogado tras una primera lectura del texto.
Esa primera impresión indica que "se mejoró y se amplía el universo de la ley vigente ­18.033­ en relación con las pensiones, mal llamadas reparatorias, porque se refieren a un beneficio de seguridad social, pero no se otorga ninguna indemnización a quienes estuvieron presos ilegítimamente", explicó el abogado.
"Se trata de un proyecto que, si bien comprende mayor extensión que las leyes hasta hoy vigentes, aunque ponga el rótulo de reparación integral, a mi criterio, no lo es, porque basta que una sola víctima quede fuera de cualquiera de los rubros previstos por la ONU (restitución, dignificación, indemnización, rehabilitación y garantías de no repetición) para que no pueda hablarse de una verdadera reparación integral", señaló el abogado.
El texto del proyecto sería una especie de "lavadita de cara, invocando los estándares internacionales, pero luego sin proceder a una verdadera reparación integral de las víctimas", estimó López Goldaracena. El proyecto sería "otro avance, pero seguimos dando remiendos sin abordar la integralidad de la reparación", al tiempo que destacó que "finalmente un proyecto de ley de esta naturaleza sea presentado al Parlamento".

Galeano: compartiendo zumbidos



Quiero compartir algunas preguntas, moscas que me zumban en la cabeza.

Eduardo Galeano | Página 12 |

¿Es justa la justicia? ¿Está parada sobre sus pies la justicia del mundo al revés?
El zapatista de Irak, el que arrojó los zapatazos contra Bush, fue condenado a tres años de cárcel. ¿No merecía, más bien, una condecoración?

¿Quién es el terrorista? ¿El zapatista o el zapateado? ¿No es culpable de terrorismo el serial killer que mintiendo inventó la guerra de Irak, asesinó a un gentío y legalizó la tortura y mandó aplicarla?

¿Son culpables los pobladores de Atenco, en México, o los indígenas mapuches de Chile, o los kekchíes de Guatemala, o los campesinos sin tierra de Brasil, acusados todos de terrorismo por defender su derecho a la tierra? Si sagrada es la tierra, aunque la ley no lo diga, ¿no son sagrados, también, quienes la defienden?

Según la revista Foreign Policy, Somalia es el lugar más peligroso de todos. Pero, ¿quiénes son los piratas? ¿Los muertos de hambre que asaltan barcos o los especuladores de Wall Street, que llevan años asaltando el mundo y ahora reciben multimillonarias recompensas por sus afanes?
¿Por qué el mundo premia a quienes lo desvalijan?

¿Por qué la justicia es ciega de un solo ojo? Wal Mart, la empresa más poderosa de todas, prohíbe los sindicatos. McDonald’s, también. ¿Por qué estas empresas violan, con delincuente impunidad, la ley internacional? ¿Será porque en el mundo de nuestro tiempo el trabajo vale menos que la basura y menos todavía valen los derechos de los trabajadores?

¿Quiénes son los justos y quiénes los injustos? Si la justicia internacional de veras existe, ¿por qué nunca juzga a los poderosos? No van presos los autores de las más feroces carnicerías. ¿Será porque son ellos quienes tienen las llaves de las cárceles?

¿Por qué son intocables las cinco potencias que tienen derecho de veto en las Naciones Unidas? ¿Ese derecho tiene origen divino? ¿Velan por la paz los que hacen el negocio de la guerra? ¿Es justo que la paz mundial esté a cargo de las cinco potencias que son las principales productoras de armas? Sin despreciar a los narcotraficantes, ¿no es éste también un caso de “crimen organizado”?
Pero no demandan castigo contra los amos del mundo los clamores de quienes exigen, en todas partes, la pena de muerte. Faltaba más. Los clamores claman contra los asesinos que usan navajas, no contra los que usan misiles.

Y uno se pregunta: ya que esos justicieros están tan locos de ganas de matar, ¿por qué no exigen la pena de muerte contra la injusticia social? ¿Es justo un mundo que cada minuto destina tres millones de dólares a los gastos militares, mientras cada minuto mueren quince niños por hambre o enfermedad curable? ¿Contra quién se arma, hasta los dientes, la llamada comunidad internacional? ¿Contra la pobreza o contra los pobres?

¿Por qué los fervorosos de la pena capital no exigen la pena de muerte contra los valores de la sociedad de consumo, que cotidianamente atentan contra la seguridad pública? ¿O acaso no invita al crimen el bombardeo de la publicidad que aturde a millones y millones de jóvenes desempleados, o mal pagados, repitiéndoles noche y día que ser es tener, tener un automóvil, tener zapatos de marca, tener, tener, y quien no tiene, no es?

¿Y por qué no se implanta la pena de muerte contra la muerte? El mundo está organizado al servicio de la muerte. ¿O no fabrica muerte la industria militar, que devora la mayor parte de nuestros recursos y buena parte de nuestras energías?

Los amos del mundo sólo condenan la violencia cuando la ejercen otros. Y este monopolio de la violencia se traduce en un hecho inexplicable para los extraterrestres, y también insoportable para los terrestres que todavía queremos, contra toda evidencia, sobrevivir: los humanos somos los únicos animales especializados en el exterminio mutuo, y hemos desarrollado una tecnología de la destrucción que está aniquilando, de paso, al planeta y a todos sus habitantes.

Esa tecnología se alimenta del miedo. Es el miedo quien fabrica los enemigos que justifican el derroche militar y policial. Y en tren de implantar la pena de muerte, ¿qué tal si condenamos a muerte al miedo? ¿No sería sano acabar con esta dictadura universal de los asustadores profesionales?

Los sembradores de pánicos nos condenan a la soledad, nos prohíben la solidaridad: sálvese quien pueda, aplastaos los unos a los otros, el prójimo es siempre un peligro que acecha, ojo, mucho cuidado, éste te robará, aquél te violará, ese cochecito de bebé esconde una bomba musulmana y si esa mujer te mira, esa vecina de aspecto inocente, es seguro que te contagia la peste porcina.

En el mundo al revés, dan miedo hasta los más elementales actos de justicia y sentido común. Cuando el presidente Evo Morales inició la refundación de Bolivia, para que este país de mayoría indígena dejara de tener vergüenza de mirarse al espejo, provocó pánico. Este desafío era catastrófico desde el punto de vista del orden racista tradicional, que decía ser el único orden posible: Evo era, traía el caos y la violencia, y por su culpa la unidad nacional iba a estallar, rota en pedazos.

Y cuando el presidente ecuatoriano Correa anunció que se negaba a pagar las deudas no legítimas, la noticia produjo terror en el mundo financiero y el Ecuador fue amenazado con terribles castigos, por estar dando tan mal ejemplo. Si las dictaduras militares y los políticos ladrones han sido siempre mimados por la banca internacional, ¿no nos hemos acostumbrado ya a aceptar como fatalidad del destino que el pueblo pague el garrote que lo golpea y la codicia que lo saquea?

Pero, ¿será que han sido divorciados para siempre jamás el sentido común y la justicia?
¿No nacieron para caminar juntos, bien pegaditos, el sentido común y la justicia?
¿No es de sentido común, y también de justicia, ese lema de las feministas que dicen que si nosotros, los machos, quedáramos embarazados, el aborto sería libre? ¿Por qué no se legaliza el derecho al aborto? ¿Será porque entonces dejaría de ser el privilegio de las mujeres que pueden pagarlo y de los médicos que pueden cobrarlo?

Lo mismo ocurre con otro escandaloso caso de negación de la justicia y el sentido común: ¿por qué no se legaliza la droga? ¿Acaso no es, como el aborto, un tema de salud pública? Y el país que más drogadictos contiene, ¿qué autoridad moral tiene para condenar a quienes abastecen su demanda? ¿Y por qué los grandes medios de comunicación, tan consagrados a la guerra contra el flagelo de la droga, jamás dicen que proviene de Afganistán casi toda la heroína que se consume en el mundo? ¿Quién manda en Afganistán? ¿No es ese un país militarmente ocupado por el mesiánico país que se atribuye la misión de salvarnos a todos?

¿Por qué no se legalizan las drogas de una buena vez? ¿No será porque brindan el mejor pretexto para las invasiones militares, además de brindar las más jugosas ganancias a los grandes bancos que en las noches trabajan como lavanderías?

Ahora el mundo está triste porque se venden menos autos. Una de las consecuencias de la crisis mundial es la caída de la próspera industria del automóvil. Si tuviéramos algún resto de sentido común, y alguito de sentido de la justicia ¿no tendríamos que celebrar esa buena noticia? ¿O acaso la disminución de los automóviles no es una buena noticia, desde el punto de vista de la naturaleza, que estará un poquito menos envenenada, y de los peatones, que morirán un poquito menos?

Según Lewis Carroll, la Reina explicó a Alicia cómo funciona la justicia en el país de las maravillas:
–Ahí lo tienes –dijo la Reina–. Está encerrado en la cárcel, cumpliendo su condena; pero el juicio no empezará hasta el próximo miércoles. Y por supuesto, el crimen será cometido al final.

En El Salvador, el arzobispo Oscar Arnulfo Romero comprobó que la justicia, como la serpiente, sólo muerde a los descalzos. El murió a balazos, por denunciar que en su país los descalzos nacían de antemano condenados, por delito de nacimiento.

El resultado de las recientes elecciones en El Salvador, ¿no es de alguna manera un homenaje? ¿Un homenaje al arzobispo Romero y a los miles que como él murieron luchando por una justicia justa en el reino de la injusticia?
A veces terminan mal las historias de la Historia; pero ella, la Historia, no termina. Cuando dice adiós, dice hasta luego.

fotos del congreso de Chiapas 2008